Dinosaurios
Fuimos tras la huella del dinosaurio mi amigo Fer y yo, después del motoalmuerzo que se preparó en Quintanar de la Sierra. No es ninguna metáfora ni ironía respecto a las motos de época que puedieron darse cita en este evento, ni tampoco a los pilotos y acompañantes que, curiosamente, solemos ser de cierta edad y no se ven demasiados jóvenes apuntándose a estas quedadas moteras.

El domingo temprano, hacía buen tiempo, até el bolso en la parrilla con lo imprescindible para pasar un par de días fuera y me dirigí a Aranda de Duero, desde donde saldría la caravana motociclista para la ruta y posterior almuerzo. Terminado el agapé y después de despedirnos de conocidos, con la tripa llena y el depósito de combustible en condiciones nos aventuramos por los Picos de Urbión, haciendo la primera parada en el nacimiento del río Arlanza, pequeño paseo que no vino mal para bajar la zampa.
Poco después hicimos lo mismo en las Lagunas de Neila, que mi compañero conocía pero yo no, viendo al menos la más cercana al aparcamiento de vehículos.

La idea primera era hacer noche por allí y dedicar la tarde en visitar las lagunas, pero el hotel estaba cerrado e improvisamos nuevo plan sobre la marcha: Fer quería conocer la zona de Huerta de Arriba y para allá que fuimos sin demora, con pequeños derrapajes por la gravilla suelta, la cual también era levantada en el aire por la rueda trasera del compañero, que en ese tramo iba delante, dándome a mí y teniendo que dejar espacio entre los dos. En la entrada del pueblo aparece un santo con la cabeza cortada, nos preguntamos el motivo y ahora que lo he indagado por internet se trata de San Vítores, mártir durante la reconquista, cuya festividad se celebra a finales de agosto.

Hicimos un atajo para volver a la ruta planeada, que a groso modo era encontrar huellas de dinosaurios; por el camino nos cruzamos con animales menos asombrosos aunque igualmente salvajes y exóticos.

Paramos a beber en una fuente en pleno campo, con abrebadero, y en el fondo algo parecía moverse; después de observar en silencio vimos que era una especie de cangrejo ermitaño, más pequeño que un caracol, y si este sobrevivía allí el agua tenía que ser buena. Más adelante pasamos por el embalse de Mansilla, desde donde se aprecia el paisaje que nos acompañará durante toda esta travesía.

Parada y fonda en una venta apartada de la población, pero con gasolinera. Más tarde vinieron otros motoristas que también andaban de ruta por la zona. El lunes amaneció soleado y después del copioso desayuno y de llenar el tanque continuamos la marcha. El puente de Hiedra, medieval, cruza el Najerilla; se llama así porque en uno de los lados crece la vegetación que le da nombre, camuflándolo con el paisaje.

Ortigosa de Cameros; la arquitectura de los pueblos, con predominio de la piedra, es muy similar en todos ellos.

Las primeras huellas que debíamos encontrar estaban en los alrededores de Aldeanueva de Cameros, pequeña población que conserva el aire tradicional.

Y ahí estaban, cerca de la estrecha carretera, sobre una losa de piedra atestiguando que aquello fue cierto. Ahora se trataba de encontrar mayores pruebas.

Cerca hay un hayedo que da luminosidad característica al lugar.

Íbamos atravesando de un valle a otro sucediéndose los puertos de montaña contínuamente, dada la orografía de la región; casi todo eran cuestas arriba o abajo inclinando la moto de un lado a otro por la sucesión de curvas, yendo a ritmo que permitiese el deleite del paisaje. Cañón del río Leza.

Aunque hay poco tráfico abundan los ganados, por lo que conviene estar atento. Apretaba el calor y había que quitarse fundas.
Remontamos el Jubera, los primeros kilómetros con buen asfalto, pero la carretera fue cambiando hasta convertirse en pista de tierra, coincidiendo con la hora del almuerzo. Descorchamos la botella de vino que le tocó de premio a mi amigo durante el sorteo del motoalmuerzo de ayer.

Para amenizar la velada una pequeña orquestina de instrumentos de metal...
... a la que se sumaron más miembros de la banda.
Después proseguimos hasta pasar al otro lado de la sierra; tiene su mérito hacerlo con moto de carretera.

La tranquilidad que se respiraba en el ambiente sugería llegar a un mundo perdido, detenido en el tiempo, y finalmente encontramos la imagen palpable de aquello.


El camino nos llevó hasta Munilla, y desde allí, ya recuperado el pulso del tiempo, por carretera hasta Arnedillo, donde hicimos noche previo paseo por el pueblo, con el túnel ferroviario convertido en vía verde, y que se excavó para que la aristocracia llegase en tren hasta el balneario junto al río Cidacos. Según anochecía empezaban a caer gotas, siendo fuerte aguacero de madrugada. Por la mañana el río estaba algo crecido aunque permitía el baño en la ribera, asunto por lo que tiene fama el lugar.

La lluvia intermitente dejó un claro de sol que aprovechamos para salir de regreso, camino Soria. Soplaba bastante frío y un chaparrón nos hizo refugiarnos bajo el pórtico de una iglesia; pasamos el último puerto de este periplo con el día gris pero fue mejorando según nos alejábamos de la montaña. Nos acercamos a Numancia, un referente histórico de resistencia.


Después en Soria capital visitamos el áula donde Machado impartía clase a los alumnos, y que se conserva tal como era en tiempos del famoso poeta.

Después en el malecón del río Duero llegamos hasta la ermita de San Saturio, construida sobre la cueva original que sirvió de refugio a este ermitaño y su discípulo San Prudencio. Posteriormente fue acogiendo sucesores que eran denominados "santeros" por los sorianos.


La siguiente parada fue la Fuentona de Muriel, y aquí termina la historia de estos tres días por los Picos de Urbión y alrededores, así que colorín colorado que mañana será otro día.


PD. Contínuamos los dos hasta Langa de Duero, allí nos despedimos tirando cada uno para nuestro pueblo.