Vuelta ciclista femenina

03.05.2024

   Mañana pasa la Vuelta a España femenina por tierras sorianas y alcarreñas, que no me pilla demasiado lejos de casa y me acercaré a verlo. De paso rememoraré la ruta hacia Soria por la cual hace bastante que no voy, y también visitaré alguna que otra curiosidad del lugar. Así que ahora a descansar y ya cuando vuelva hago el reportaje.

   Salí sobre las 9h, y como dije ayer quería volver a recorrer la ruta por la que tiempo atrás solía ir a Soria, que según pasaba por los sitios fui recordando, deteniéndome en algunos pasajes como este que me sugiere adentrarme en un mundo mágico:

   La última vez que pasé por Quintanas Rubias no estaba el Huerto Poeta (así pone en un cartel referente a estos postes con poesías de diversos autores). Tienen en común ser de Soria o intimamente relacionados:

   Antiguo lavadero reconvertido en zona de recreo, a las afueras de Mosarejo; al fondo aparece tras la arboleda una iglesia románica en ruina, aunque conserva el pórtico y los muros.

   Palomar, hay bastantes por la zona, casi todos desvencijados con el tiempo.

  ¡Hoooola! (por lo de la manita en el espejo) En cierta bifurcación podía elegir entre el camino directo y el del laberinto; para la próxima el primero de estos.

   El río Duero discurre cerca de la ruta y me acerqué a verlo; hay una atalaya árabe por este lugar pero no la vi, tampoco quería entretenerme demasiado para no llegar tarde al paso de las ciclistas.

   Llegada a Berlanga de Duero, con puerta de entrada de época medieval y castillo al fondo, en otra ocasión vendré más detenidamente a visitarlo.

   Sin detenerme proseguí hasta la ermita de San Baudelio, más próxima al lugar que había elegido para ver el paso de la caravana ciclista; tiene tumbas excavadas en la roca.

   En el interior destacan las pinturas que todavía quedan, porque el resto se conserva en el Museo del Prado a buen recaudo, lo que no expropiaron los yanquis a golpe de talonario e intrigas, y que fue a parar a la otra orilla del océano.

   No obstante lo primordial de esta ermita es la columna central que a modo de palmera es la que sostiene la estructura del techo, algo inusual en este tipo de construcciones.

   Al otro lado del monte está la carretera por donde pasa la Vuelta; sobre el mapa había visto una pista que lo cruzaba y ahora, sin mucho márgen de tiempo, me encaminé para allá sabiendo que cualquier despiste me haría llegar tarde, cuando ya hubiera pasado la caravana, aunque me dió tiempo de sobra y pude verla toda al completo, incluida la acordonación del cruce en el que estaba por parte de la Guardia Civil que precede al contingente. Primero un grupo de escapadas:

   Coincidí con varios paisanos del pueblo frente al lugar, Rebollo de Duero,  que animaban efusivamente a las chicas; al poco pasó el grueso del pelotón.

   Detrás iban miembros de la organización recogiendo las cintas de acordonamiento y carteles indicativos. Como el río Duero pasa cerca fuí a hechar un vistazo; hablando antes con el paisano me comentó que en su juventud se bañaban en el río en una especie de concha, según me dijo, que existía en la orilla, pero que terminó desapareciendo porque la costumbre se perdió y aquello recuperó el estado salvaje. Volví a cruzar el monte, esta vez en sentido contrario desde Velamazán; hay mucho verde por todo lo que ha llovido.

   Bajé siguiendo un valle del que tuve que darme la vuelta por el lodazal formado por un arroyo, pero el sitio, abundante de agua y con mesa de merendero, sirvió para el frugal almuerzo que llevaba en la mochila.

   La meseta alta de este monte está sembrada de campos de cereal tradicionales  y de aerogeneradores de última tecnología; los caminos de concentración son transitables y unen los pueblos de ambos lados. Después continué por carretera hasta que divisé una atalaya y me animé a hacer turismo rural.

   Casi todo el regreso fue por carreteras solitarias que atraviesan los páramos sorianos entre cañones y cerros, con sus sombras plomizas y el viento que aunque no cesaba tampoco fue intempestivo como días atrás. Un atajo me llevó a este pueblo abandonado, Pozuelo, donde aún persisten los muros de la iglesia y de algunas casas.

   Más adelante hice una foto a la Carrasca de Valderromán, que debe tener cientos de años y no es la única veterana en esta zona.

   Y rumbo a casa sin mayor dilación, que ya se notaba el cansancio y la tarde se teñía de gris, algunas gotas gordas pero poco.

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